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LA TRÁGICA NEGATIVIDAD DEL COVID-19 TRAJO ALGO POSITIVO:

Aunque pueda resultar paradójico quizás, a un lúgubre precio consternable, constituido por el cruel azote y por las pérdidas irreparables de gran cantidad de seres humanos, con la denominada cuarentena y el distanciamiento social decretados conforme a los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el fatídico Covid-19 o Coronavirus que hoy azota de manera inclemente al mundo entero, ha limpiado en parte y disminuido por consiguiente la parca contaminación del medio ambiente en todos sus contornos y entornos, lo que ha facilitado el hábitat apropiado para que no se sigan exterminando muchas especies sobre la faz de la naturaleza, las que ya están comenzando a perseguir su hábitat, al tiempo que ha demostrado y advertido de forma categórica a todos los seres humanos del universo, que no existe superioridad de ningún ser viviente sobre cualquier otro; sin importar el poder, la posición social ni económica que se ostente.
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La contaminación a que aludo ha sido causada por las retintas iniquidades de los seres humanos, quienes abrigados a su ignorante inteligencia, henchido de enfermizo egocentrismo, han dado mayor importancia a la procura de la hegemonía del poder y a la ostentación de grandes recursos económicos, que a la esencia misma de su propia existencia (valga el pleonasmo).
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Es así como los hombres han inventado e incorporado a sus ingentes industrias, grandes cantidades de nocivos heterogéneos materiales químicos y metalúrgicos, en procura de obtener mayores poderes y hacer cada vez más prósperas sus grandes empresas, con la cristalización de enormes beneficios económicos que no llegarán a consumir aunque duren más de 150 años de vida; sin detenerse a pensar ni un instante con la augusta seriedad que dicho descabellado fenómeno amerita, sobre las proximidades de la posible catástrofe que desde hace tiempo se presagia en forma amenazante sobre el universo, con la destrucción de la capa de ozono del planeta y otros fenómenos de la naturaleza.

Debido a todo lo antes especificado; precisamente hoy, en los albores del Siglo XXI, la existencia de los aludidos materiales contaminantes, unidos a la inevitable polución o contaminación del medio ambiente (del aire y el agua), ocasionada por la inmensa cantidad de residuos arrojados por la actividad del ser humano e igualmente por los diversos procesos biológicos e industriales (los que acumulan inefablemente una inmensurable cantidad de humo, de basura y de CO2), que lanzan las grandes industrias y la incontrolable cantidad de vehículos de motor de diversas clases que circulan desordenadamente a toda hora por las calles y avenidas de nuestras ciudades, carreteras y otras vías de comunicación, contaminan enormemente el aire vital que a cada instante respiramos, y que da vida a nuestra existencia, todo lo cual incide en la parca destrucción de la capa de ozono del planeta, cuyo calentamiento global presagia un detonante de consecuencias impredecibles.
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A todo lo antes expuesto, se une la profanación despiadada de nuestros bosques y áreas verdes, que como consecuencia de la superpoblación y de intereses particulares, es cometida de forma indiscriminada por ciudadanos humildes, por grandes empresas nacionales y foráneas, por funcionarios de nuestros gobiernos y de las autoridades municipales, quienes han venido restando importancia a la mutilación depravada de los recursos naturales, para convertirlos en tierras de cultivos y de urbanización, mutilando descabelladamente el medio ambiente; y por consiguiente, aportando al exterminio de lo más sagrado y preciado que posee cada ser humano, perteneciente a cualquier estrato social y cultural: su vida.
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Aprovecho este medio para reiterar mi llamado urgente a todos los ciudadanos dominicanos, a que cumplan fielmente todas las recomendaciones que sean efectuadas por el Ministerio de Salud Pública y el gobierno de la República Dominicana; para que abrazados todos al fehaciente lazo de la unidad y de la concordia nacional, resolvamos y extirpemos del seno de nuestra amada tierra quisqueyana, todos los posibles estragos que son susceptibles de producirse por el fatídico fenómeno del Covid-19 o coronavirus, que con ínfulas implacables hoy sacude los cimientos del continente americano y del mundo entero.
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Finalmente; ruego a Dios y a nuestra Madre Naturaleza, por la protección de la vida y la salud de todos nuestros conciudadanos y demás seres humanos del universo.
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Prof. Juan C Benzan
Hato del Padre,
San Juan de la Maguana,
República Dominicana.